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Pedro J. Ramírez Perdomo
Lunes, 30 de agosto de 2.010
Viajando en el subterráneo de Caracas, conversé con una persona quien con mucha seguridad afirmaba. “Mi Presidente ha repetido que ser rico es malo y que el Capitalismo es la causa de todos los males y así lo creo”. Era impresionante el convencimiento que expresaban sus palabras y me resultó difícil serenarme: Le dije, que si era malo ser rico, debía ser bueno ser pobre, pero que no veía por qué debíamos ser pobres. Me dijo que el dinero había corrompido todas las estructuras, que con dinero se habían comprado conciencias y que había penetrado en la mente de muchas personas quienes se habían deshumanizado y creían que con él podían comprarlo todo. Es cierto, le respondí y ese mismo dinero ha empobrecido a mucha gente, por eso se dice que hay muchos pobres que lo único que tienen es dinero. Pero que no era el dinero el causante del mal sino el uso que se le daba, que también con él se habían construido escuelas, hospitales y grandes fábricas, se pagan los salarios y compromisos; se usa para comprar lo necesario y para múltiples cosas buenas. Si, me respondió, ¿pero cuantas peleas y guerras no ha habido por el deseo de poseerlo? Si no lo hubiese, se terminarían los males. Ante eso le pregunté que como entonces se adquiriría la comida y el vestido, a lo que me respondió que el Estado se encargaría de todo, sería el suplidor de todas las necesidades, que vendrá una época donde todos viviremos un socialismo auténtico, donde no nos falte nada y se considere al ser humano como el objeto y fin de todas las cosas. Le pregunté ¿y como quedarían los que no trabajan, los que les gusta quedarse en casa ociosamente, sin aportar nada? Y si el Estado se hace dueño de todas las empresas, ¿quién podría hacerle algún reclamo ante una conducta injusta o un accidente de trabajo, cuando el mismo Estado se niegue a asumir su culpa? Y fueron tales las preguntas y respuestas que en el discurrir hablamos sobre lo bueno y lo malo del dinero. En esta conversación una persona que nos observaba atentamente intervino y nos dijo: El dinero es como el agua, fluye sin cesar, si se estanca se desborda o se corrompe, se nos escapa de nuestras manos, pero siempre vuelve, porque debe circular. Podemos ser ricos como una montaña, con abundante oro o agua, pero tenerlo representa una gran carga y requiere comprensión para que no se nos evapore, así como para aumentarlo. Podemos comprar medicinas, pero no la salud; una casa, pero no un hogar y siempre habrá alguien que tenga mas. Sea mucho o poco que se disponga, se puede crear una empresa y ser Capitalista, produciendo ropa, medicinas o cualquier cosa para el comercio que beneficie a otros. Si se incrementa el Capital y se logra una empresa cada vez más grande, próspera y poderosa, pero única, sin competencia, se forma un Monopolio, que dominará los precios, el mercado y someterá a todos. Allí el Estado deberá intervenir dentro de la ley, para evitar el abuso. Pero si el Estado se hace propietario de esa y de todas las Empresas, la competencia desaparece y ese Estado pierde su función reguladora, constituyéndose en un Estado monopolizador e incluso Capitalista dedicado al comercio; se hará dominador y arbitrario. Ahora como el Gobierno es transitorio, porque sus funcionarios cambian con el tiempo y el Estado permanece, cada funcionario administrará de forma diferente a esas empresas, a veces las hará prosperar y otras las hará fracasar. De manera que no será el dinero ni el Capital el origen del mal, sino el uso y el destino dado. Y así llegué a mi estación de destino y nos despedimos amigablemente, permitiéndonos concluir en nuestras recomendaciones, que no le debemos temer a la riqueza, que todos tenemos derecho al dinero adquirido legítimamente, que debemos usar con inteligencia, para hacer de nuestro país, un país próspero y de primera.
