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Pedro J. Ramírez Perdomo
Lunes, 13 de diciembre de 2.010
Este 10 de diciembre, se cumplió un año mas de la firma de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, surgida como consecuencia del concierto de las naciones reunidas en la ONU, en el año de 1.948, a pocos años de haber concluido la terrible segunda guerra mundial, como una promesa de no volver a vivir experiencias tan espantosas. Durante estos 62 años transcurridos, parece que no hemos aprendido a tratarnos, ni como iguales, ni con el respeto que nos debemos, ya que muchos conflictos ha habido. Gobernantes que han sido injustos en el trato hacia sus gobernados, causando profundos dolores, al ejercer sobre ellos el control y hasta el sometimiento. El gobierno, que utilizando los recursos del Estado somete a sus ciudadanos, actúa igual que el patrono, que dirigiendo los recursos de sus empresa, humilla o maltrata a sus empleados, al igual que el papá que somete a sus hijos, restringiéndoles su alimentación, vivienda o educación, o esquiva sus deberes en el alcohol o los abandona a su suerte. La historia del mundo, de un país o Nación, al igual que la historia de una familia y la de un individuo, está entrelazada y nos permite darnos cuenta que las acciones duras, violentas, u opresivas, dirigida contra cualquier población, país, familia o individuo, se revierte contra el propio opresor. Es como una piedra lanzada al aire que le cae a quien la ha lanzado; como un bumerang, que retorna a su lugar de origen; como el eco en una montaña. Esta humanidad recalcitrante, que no aprende ni comprende, que la violencia y las imposiciones, que pretende contra otros, se las procura a sí misma. Muchas doctrinas han creado normas de conductas que propician una sociedad mejor, como las religiones con sus mandamientos, han pretendido crear conciencia para que las acciones humanas sean útiles y sin embargo, una gran porción de la humanidad continua rebelde; mientras el progreso tecnológico avanza aceleradamente, la conducta humana, se ha quedado estancada si es que no ha retrocedido. ¿Por qué nosotros, que somos seres supuestamente inteligentes, esclavizamos a otros, creyendo así que nos favorecemos? No, no aceptemos el sometimiento, venga de donde venga, porque todos debemos ser libres y felices, ni gobierno alguno tiene el poder ni el derecho de someternos. Aprendamos mediante el estudio, trabajemos en bien de nosotros mismos y de otros, superando nuestros miedos y temores. Trabajemos para ser mejores. ¡Esas son nuestras recomendaciones! Y hagamos de nuestro país, un país de primera.
